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domingo, 22 de marzo de 2015

La moda y sus avances.


A fin de crear un determinado estilo, los diseñadores se valen de cinco elementos básicos: el color, la forma, la caída, la textura y el equilibrio de la línea (que incluye todos aquellos rasgos de la prenda que embellecen la silueta). Las opciones que ofrecen estos cinco factores a los diseñadores y modistos se han multiplicado a lo largo de los años. En el antiguo Egipto, por ejemplo, se producía lino transparente, un tejido ideal para los climas cálidos y que gozaba de gran popularidad. Como resultaba difícil teñirlo, solía ser blanco, color que obtenían mediante un proceso de blanqueado. Los egipcios hacían pliegues en la tela para crear prendas con agradables drapeados y formas. Así nació uno de los estilos más duraderos de la historia.

En el siglo primero de la era común ya se disponía de tejidos de distintos tipos y colores. Los romanos acaudalados importaban sedas de la India o de la China, pese a que el transporte encarecía tanto la tela que se vendía al mismo precio que el oro. Otro género muy apreciado era la lana teñida de Tiro, que podía llegar a costar 2.000 denarios el kilo, lo que equivalía al salario de seis años de un trabajador de término medio. Gracias a los nuevos tintes y tejidos, las mujeres romanas adineradas podían llevar estolas â??túnicas largas y ampliasâ?? de algodón azul de la India o seda amarilla de la China.

Aunque cada cierto tiempo surgían nuevos estilos, antiguamente era fácil que una prenda costosa estuviera de moda toda una vida. Los cambios se producían con lentitud y, por lo general, afectaban solo a la nobleza. Sin embargo, con la llegada de la revolución industrial, la moda empezó a influir también en el modo de vestir del pueblo.

Durante el siglo XIX surgieron industrias que vestían tanto a ricos como a pobres. Además, se multiplicaron las fábricas de tejidos de algodón y de lana, por lo que los precios de las telas bajaron. La invención de la máquina de coser abarató mucho la producción, y los nuevos tintes sintéticos ofrecieron una gama de colores mucho más amplia.

Los cambios sociales y tecnológicos facilitaron aún más a la gente la adquisición de ropa. En Europa occidental y en Norteamérica había más dinero para gastar. Hacia la mitad del siglo XIX se publicaron las primeras revistas femeninas, y poco después, los grandes almacenes comenzaron a vender ropa de confección de tallas estándar. En ese mismo siglo, Charles Frederick Worth organizó por primera vez desfiles de modelos con el fin de despertar el interés de posibles clientes.

La aparición en el siglo XX de nuevas fibras sintéticas como el rayón, el nailon y el poliéster ofreció a los manufactureros una selección de tejidos más variada. El diseño asistido por computadora facilitó la creación de nuevos estilos, y la globalización hizo posible que las tendencias más recientes se observaran simultáneamente en las calles de Tokio, Nueva York, París y São Paulo. Al mismo tiempo, los diseñadores y los fabricantes han hallado nuevos modos de promocionar sus productos.

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